En esta secuela, aparece un nuevo y formidable oponente: un industrial despiadado decidido a explotar la riqueza natural del bosque para obtener ganancias. Trae consigo maquinaria avanzada que no sólo amenaza el delicado ecosistema sino que también socava la antigua magia que protege el bosque. Mavka, ahora asumiendo plenamente su papel de protectora, debe enfrentarse a este nuevo peligro. Sin embargo, su lucha no es sólo contra fuerzas externas; Ella también sufre luchas internas a medida que su vínculo con el bosque se debilita, envenenado por la creciente corrupción de la naturaleza.
Lukash, dividido entre su lealtad a Mavka y su relación con la humanidad, juega un papel clave a la hora de tender un puente entre ambos mundos. Se esfuerza por unir a los humanos y los espíritus del bosque a través del poder de la música, creando melodías que resuenan con ambos mundos y capturando la necesidad de equilibrio entre la naturaleza y la civilización.
En el clímax de su captura, Mavka hace un sincero sacrificio para restaurar la armonía del bosque, cortando su conexión con Lukash para fusionarse completamente con el espíritu de la tierra.
A medida que se desvanece gradualmente en las fuerzas místicas del bosque, la última canción de Lukash resuena silenciosamente entre los árboles, un testimonio del poder duradero de su amor, incluso cuando su conexión física se desvanece.